Limpiabotas santaclareño.
Cheo, Careto, Jesús son tres hombres entre tantos que en
algún momento de sus vidas tuvieron el cajón de limpia botas como oficio. Cheo
es el padre de dos de mis condiscípulos en la época de la infancia a la
adolescencia. Juntos transitamos por la enseñanza primaria-secundaria. Ahora
Pillo tiene una vasta carrera como anestesista tanto en Cuba como en los
diversos países donde ha prestado su ayuda solidaria y Yoyi se desempeña como
profesor de educación física, licenciatura que estudió en el Instituto Superior
Manuel Fajardo del INDER. Seguro estoy que Cheo sintió orgullo de ambos.
Careto simultaneaba su labor en el central Rubén Martínez
Villena con la de ilustrador de calzado,
en los portales de los bares y cafeterías que rodeaban la plaza principal de su
pueblo natal. A su hijo me lo encontré hace unos años cerca de Las Coloradas en
la provincia Granma cuando formando parte de uno de los batallones de las MTT
hicieron la caminata desde occidente hasta oriente. El también, siguiendo el
camino de su padre, aprendió el oficio de azucarero y, desde la parte
industrial, se mezcló con el olor a guarapo y melado.
Jesús era cortador en una fábrica textil en el barrio de
Jesús María. Desde temprano en la mañana manipulaba la máquina cortadora por
las diferentes plantillas guías que trazaban los moldes. Al concluir esta
labor, siempre venía impecablemente vestido hasta los bajos del edificio, donde
por muchos años vivió su familia, en la misma barriada. En un resguardo debajo
de la escalera, estaban todos los implementos para emprender desde media tarde
hasta entrada la noche, su otro oficio. Cambio de vestuario y enseguida le
llovían los pares de zapatos de todo
tipo, incluyendo los blancos que requerían una labor más esmerada con la tinta
Griffin.
Cómo voy a olvidar a Nanino y Pupi con su cajoncito a
cuestas, caminando el parque central de mi pueblo natal, junto a la iglesia y
glorieta, tratando de que alguien los llamara para ilustrar su calzado y
ganarse primero cinco centavos y años después diez. Eran tiempos en que muchos utilizaban
los pantalones mecánicos con parches en las asentaderas y en las rodillas, así
como abundaban quienes no se quitaban las alpargatas porque eran más baratas y
había que dejar para los tres kilos de azúcar y los dos kilos de café.
Ser limpiabotas fue un oficio digno que quienes lo
ejercieron por años por no tener acceso a otra fuente de empleo o para sacar el
sustento familiar, supieron impregnar su estilo en cualquier época.
Desde mediados del pasado Siglo, los avances en la industria
del caucho, del plástico, de las telas sintéticas y de los adhesivos
industriales han permitido a los fabricantes crear zapatos que se distinguen
considerablemente de las técnicas tradicionales de elaboración. El cuero, que
había sido el principal material de elaboración, hoy se usa generalmente para
elaborar zapatos caros, mientras que el zapato deportivo no lleva cuero real. Los
zapatos de vestir de calidad, se siguen haciendo cosidos a mano y utilizando el
cuero como material principal.
Cuba siempre se caracterizó por elaborar un calzado de piel
de buena calidad, incluso hasta se exportaba. Hoy en día cuesta trabajo
encontrar en alguna peletería un calzado de pura piel y de buena calidad.
Muchas marcas y tipos, pero al final se despegan rápidamente y si los dejas de
usar por algún tiempo, cuando los activas comienza a descascararse lo
sintético.
Por suerte aún se produce calzado de calidad por los
artesanos quienes con diversidad de modelos y tipos, pegados y cocidos, dan
muestras de que aún existe la industria cubana aunque sea artesanal y los
precios no estén al alcance de un trabajador medio.
Pero que trabajo cuesta, por todas estas mismas razones,
encontrar un cajón de limpiabotas en esta gigantesca Habana, donde a golpe de
betún, algo de alcohol, agua, cepillo y paño la piel de nuestro calzado brille
como charol. Honor al Rey del Brillo.
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