Crecí en un pueblo atravesado por la línea central del
ferrocarril, en una cuadra muy próxima a las paralelas de hierro, donde el paso
de la serpentina sobre ruedas de acero nos robaba las expectativas a cada
minuto.
La calle donde se ubicaba la vieja casa de madera, cobija
familiar de varias generaciones, llevaba por nombre Martí y en el jardín
poblado de vicarias de diferentes colores, abuelo Machín ubicó un busto del Apóstol
que nunca supe de donde surgió.
Desde los primeros grados de la primaria, los maestros
siempre hablaban de la ilustre figura y la valía de su actuar, de ese personaje
de pronunciadas entradas en el pelo y copioso bigote.
Ya profesional de la “escritura con luz”, he tenido la
oportunidad de testimoniar hechos históricos de nuestra Patria vinculados a
José Martí y no he dejado de fotografiar cualquier imagen de nuestro Héroe
Nacional en disímiles formas, como la muestra de Kamyl Baullandy Rodríguez en
su muestra plástica “Somos Cuba”. Sirvan estas imágenes como homenaje al
Maestro.