La pienso en presente. No
deja de estar a mi lado. Cuando hago un recuento creo pudimos hacer muchas
más cosas juntos. Quedaron pendientes, en ocasiones por el empecinamiento de no
abandonar tan siquiera por días, el terruño. Las pocas veces que me visitaste
en esta agitada y convulsa ciudad, apenas pegabas un ojo. No conciliabas el
sueño. El ruido constante del transitar del transporte por las avenidas lo impedían.
Tu que estabas acostumbrada, cuando ponía tu bella cabellera sobre la almohada,
escuchar los ladridos de los perros que ladraban distantes.
Cuando por ley de la vida
enfermé con sarampión, la china o papera, siempre estuviste pendiente. Día tras
días te pegabas a una máquina de coser en el taller textil para asegurar mi
crecimiento. Cuando decidí becarme en Ciudad Libertad siempre recibí tu apoyo y
sábado tras sábado, a la hora que llegara a la casa, siempre después de las
cinco de la tarde, estabas presta para lavar cuantos uniformes y ropa interior
traía con el objetivo de que el maletín estuviera listo de nuevo el domingo a
las 2 p.m. hora de la partida para la beca.
No había lugar por lejano
que fuera donde acudiste a verme siempre con el cariño y el amor que te
caracterizaban, cuando la escuela al campo en Zenea en San José de las Lajas, o
tu preocupación constante, enviando bultos postales con golosinas hasta el
campamento cañero que me albergaba en La Revoltosa y Pesquería en los actuales
terrenos de la empresa La Cuba en la provincia de Ciego de Ávila y subiendo la
loma de Casa Blanca para visitar la unidad militar donde pasé el servicio
militar.
Muchos son los recuerdos que
se agolpan en mi mente, tus preferencias, tus cuidados, los consejos, tu
sonrisa y con esos buenos y lindos momentos quiero seguir arropado por la senda de la vida llevando el
orgullo de haber tenido una madre como tú. Te amo y amaré…