Ulfiano es parco al hablar. Algunas palabras salen a cuenta gotas. En sus manos las huellas del duro bregar. Cuando lo conocí a finales del 2009 sacaba filo a una tijera al costado de una bodega. La mujer que esperaba, ama de casa a todas luces, sabe de la importancia de este oficio perdido de la cotidianidad de la ciudad. Este veterano pinareño devenido en habanero por años, aprendió el oficio de su padre español. Después del paso del metal por la piedra, limpia y con un pedazo de trapo comprueba la calidad del trabajo. Invierte la posición de la rueda de su rudimentario equipo de trabajo y comienza a caminar. La zampoña anuncia con su musicalidad la presencia de Ulfiano. El sol arrecia y el calor castiga, las manecillas del reloj se acercan al medio día. Después del triunfo de la Revolución cubana, con 34 años de edad, estudió y se graduó como galvano técnico. Trabajó en Planta Herraje en Guanabacoa. A los 72 años de edad se jubiló. En Lombillo guarda “la máquina” y desde allí emprende un largo recorrido por las calles del Cerro ofreciendo su oficio a quienes lo solicitan. No se cual será su destino, hace tiempo que no lo veo, pero donde quiera que esté, quiero honrarlo por constituir un ejemplo de tenacidad y laboriosidad.
Digno oficio, muy útil para las costureras. La sociedad necesita de muchos Ulfianos.
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