Anochece. La espera del momento provoca que por nuestra
mente pasen veloz varias imágenes donde el protagonista es el Comandante
Fotógrafo. La del rebelde con el brazo en cabestrillo en la batalla de Santa
Clara y en particular una de las fotos más reproducidas del mundo, la que
inmortalizó Korda en la despedida de las víctimas de la explosión La Coubre.
Pasado algunos minutos después de las ocho de la noche
del 12 de julio de 1997, el tren de aterrizaje del IL-62 que lo transportó
desde Santa Cruz de la Sierra, hace contacto con la pista de la Base Aérea de
San Antonio de los Baños.
Taxeado el pájaro de aluminio, el primero en descender es
el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés, quien representó al Gobierno
Revolucionario de Cuba ante las autoridades bolivianas para el traslado, a
suelo patrio, de los restos mortales del Guerrillero Heroico.
Al pie de la escalerilla su más fiel subordinado y hombre
de confianza asume la posición de firme y con el saludo militar comienza el
homenaje al Che y al resto de los cuatro guerrilleros que le acompañan, en la
tierra por la cual estuvo dispuesto dar hasta su propia sangre.
Minutos después, en la explanada cercana a la torre de
control ante la presencia de Fidel y Raúl; de familiares, Ramiro emocionado
pero con voz firme al rendir el parte dijo: “Comandante en Jefe, la misión de
trasladar a suelo patrio los restos de Ernesto Che Guevara y cuatro de sus
compañeros caídos en combate, está cumplida”.
En la propia ceremonia solemne Aleida Guevara, hija del
Che, con su característico tono argentino dijo: “Hoy llegan a nosotros sus
restos, pero no llegan vencidos; vienen convertidos en héroes eternamente
jóvenes, valientes, fuertes, audaces”.
“Por eso es que le pedimos, Comandante que nos haga el
honor de recibir sus restos; más que nuestros padres son hijos de este pueblo
que tan dignamente usted representa”.
En primera instancia los osarios fueron depositados en la
sala Granma del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias hasta tanto
se hiciera el homenaje al Destacamento de Refuerzo como lo calificara Fidel.
Concluido el V Congreso del Partido, los días 11,12 y 13
de octubre de 1997 comenzó las Honras Fúnebres en la base del Monumento a José
Martí. Mujeres, hombres y niños colmaron cada rincón de la Plaza de la Revolución.
Nadie quería quedar fuera de tan significativo momento.
Al amanecer del 14 de octubre del propio año, la caravana
que transportaría los restos mortales del Che y siete de sus guerrilleros,
comienza el recorrido de más de 300 kilómetros por la carretera central.
Treinta y ocho años después, el Guerrillero Heroico regresa a Santa Clara.
Los acordes de la guitarra de Carlos Puebla inicia su
inolvidable canción y su voz inconfundible nos dejaba escuchar la primera
estrofa: Aprendimos a quererte/ desde la histórica altura/ donde el Sol de tu
bravura/ le puso cerco a la muerte. Así fue durante todo el trayecto de doce
horas hasta el parque Vidal en la ciudad donde cayó heroicamente El Vaquerito y
el tren blindado sufrió la derrota ante el empuje de la Columna 8 del Ejército
Rebelde.
No hubo lugar por donde pasó la caravana que no
encontráramos un pueblo desbordado de amor. En esta ciudad central los restos
fueron expuestos dos días en la sala Caturla de la biblioteca provincial José
Martí. Hasta allí acudieron cubanos y extranjeros de disímiles partes.
Llegó la hora de inhumación de los restos de los
guerrilleros en la base del monumento santaclareño, obra escultórica
nacida de las manos de José Delarra.
Solemnidad en extremo. Una ligera humedad colmó los ojos.
Los corazones aumentaron su ritmo. No había tristeza sino decoro. Todos los
presentes y quienes se sentaron ante un televisor para ver la ceremonia se
sintieron emocionados. Era un honor estar como testigo de tan histórico
acontecimiento.
Fidel, Raúl, Ramiro y familiares tuvieron a su cargo
depositar los restos de los heroicos combatientes en los nichos. El Comandante
en Jefe encendió la llama eterna que los honra como hombres que aman y fundan,
como hombres que merecen vida eterna.
Cuando esto sucedía en Santa Clara, en la fortaleza de la
Cabaña en La Habana y en el cuartel Moncada de Santiago de Cuba se dejaban
escuchar 21 salvas de artillería en honor al Destacamento de Refuerzo. También
se escucharon sirenas, silbatos de fábricas y barcos por espacio de un minuto
como el grito de guerra y de victoria que nos dejaron como legado.
El poeta nacional Nicolás Guillén en su poema homenaje
“Che Comandante, amigo” escribió: “No por callado eres silencio” y cuando
redacto estas líneas para revivir momento tan significativo para Cuba y su
pueblo, no dejo de pensar y tararear la canción de Gerardo Alfonso …Después de
tanto tiempo y tanta tempestad seguimos para siempre ese camino largo por donde
vas…..
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