Cuando era un muchacho que
después del colegio iba a jugar bolas, montar bicicletas, patines o a la
quimbumbia, siempre traspasar el portón de la iglesia del pueblo, donde la
Virgen del Carmen ocupaba un lugar privilegiado, ver el altar y los otros
santos en sus estrados, era una incógnita para la inocencia infantil que me
acompañaba. Nunca pasó por mi mente que años más tarde y gracias a mi profesión
como fotoperiodista, tendría la suerte de acercarme a la iglesia con mi fiel
compañera de trabajo: la cámara.
En mi adolescencia compartí
por varios años desde la primaria hasta la secundaria con amistades que
practicaban la fe cristiana. Albita, María del Rosario, María Elena, Luisito
entre otros y uno muy especial que no compartió pupitre en la misma aula,
Eduardo Morselles, pero me enseñó mucho
cuando me puso en las manos un instrumento musical, y solo con la maestría y el
don de instruir, en la práctica y la teoría, formó a varios jóvenes quienes comenzaban
sus primeros pasos en la banda municipal y otros en el coro de la iglesia.
Ha pasado el tiempo y
recuerdo la virgen de la Santa Bárbara que mi madre veneraba con una vela encendida o el
cuadro grande colgado en la pared de madera, a la entrada de la sala de la casa
de mi abuela materna, con un Jesús que años más tarde compartió espacio con una
foto de Fidel rubricada por ese maestro del lente que fue Osvaldo Salas.
Hace 27 años tuve la
oportunidad de visitar la catedral de Wawel, también catedral de San
Wenceslao y San Estanislao o catedral de Cracovia, en Polonia. Un
año después participé en las fiestas de “Minguito”, festividad tradicional
masiva de mucho colorido, fervor y alegría, que vino a transformarse en las
Fiestas Patronales desde la iglesia de las Sierritas de Santo Domingo en las
afueras de Managua, Nicaragua.
En ese propio país
centroamericano conocí de las celebraciones en honor a San Pedro Apóstol Mayor
de Cristo que se celebran en Diriá y duran desde el 17 de junio hasta los primeros
días de agosto. Es toda una expresión cultural desde los orígenes. El santo sale de la iglesia en procesión y
día a día va recorriendo la comarca haciendo estancias en distintos lugares
donde abundan los bailes, ofrendas, las bebidas
y comidas típicas como chicha y nacatamales.
Durante los movimientos,
delante de la procesión marcha la banda entonando la música con los sonidos de
tambores, pitos, y otros instrumentos de vientos, mientras grupos de pobladores
hombres, con el torso descubierto, al danzar juegan astillas que consiste en
pegarse con fuerza, con bejuco trenzado, hasta sacar sangre, porque se supone
que de cualquier herida el santo los cure. Cuando el combate se “calienta”
mucho, un poblador de mayor edad, danzando con su yegüita se interpone entre
los contrincantes.
Después de tener estas
experiencias jamás imaginé que en noviembre de 1996 estaría caminando por la
Plaza de San Pedro en el Vaticano. Fidel por primera vez pisaba tierra italiana
y entre otras actividades tuvo un encuentro con Juan Pablo II. Un grupo de
colegas de la prensa nacional tuvimos la responsabilidad de reportar tan
importante acontecimiento.
Juan Pablo II visitó Cuba entre el 21 y el 25 de
enero de 1998, sin dudas fue un
viaje histórico el cual, según expresó su Santidad a el cardenal Tarcisio
Bertone, Secretario de Estado del Vaticano, Fidel fue tal vez el presidente que
se preparó más a fondo, más concienzudamente, para recibirle.
Ofició misas en la Plaza de
la Revolución donde la imagen de Jesús en la fachada de la Biblioteca Nacional compartió
escenario con el monumento de José Martí y la efigie del Che basada en la foto
de Alberto Korda, considerada la fotografía más reproducida y entre las cien
más famosas del mundo. También hubo misas en Santa Clara, Camagüey y Santiago
de Cuba.
Julio García Luis,
experimentado cronista; Omar de la Cruz, camarógrafo de los servicios
informativos de la TV cubana y el entrañable Miguelito Viñas de Prensa Latina,
fueron los elegidos para viajar a Roma e integrarse en la delegación de prensa
que acompañaría a Juan Pablo II en su viaje a nuestro país. En aquel entonces,
junto a Magda Rassik tuve la encomienda de trabajar para un libro sobre la
visita auspiciado por una editora italiana y que llevó por nombre “Patria
querida”.
El 2 de abril de 2005 nos
sorprende la noticia de la muerte de Juan Pablo II. Fidel y Raúl acudieron a la
sede de la Nunciatura en Miramar, a firmar el libro de condolencia. Colegas de
la prensa extranjera acreditada en el país y de los medios nacionales
reportamos la noticia.
Mientras
aprieto el obturador de mi cámara Nikon me informan al oído la partida a
primeras horas de la mañana rumbo a Roma para cubrir las ceremonias. Hicimos
escala en Paris Enrique de Prensa Latina; Maribel, Rosa María y Omar de los
Servicios Informativos de la TV cubana y Zenaida de la Radio. Llegamos a Roma
de noche. Desde las oficinas de nuestra embajada en el Vaticano, a pocas horas
de nuestra llegada, tuvimos que caminar
rumbo a la Plaza San Pedro. Apenas se podía dar un paso. Cada cual buscaba un rinconcito para
cobijarse a pesar de las bajas temperaturas y estar allí rezando un rosario. La
multitud crecía por segundo.
Roma
estaba desierta. El día fijado para la despedida, la brisa movía las hojas de
un libro de los evangelios abierto sobre el ataúd. Al final de la misa, el
viento cerró el libro. Los portadores tomaron el féretro y lo llevaron al
interior de la basílica en medio de una interminable ovación.
Siete
años después, en marzo, Raúl le da la bienvenida al Papa Benedicto XVI en Santiago
de Cuba. Misa en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, al otro día, temprano
en la mañana, acompañado por el Séquito
Papal y el obispado cubano, arribó a la iglesia del Cobre, mientras la banda de
tambores metálicos Steel Band interpretaba el Ave María de Shubert y la
pieza Virgen Mambisa, dedicada a la Virgen de la Caridad.
Concluida
la cobertura santiaguera bajo un abrazador Sol, todo el tiempo vestido de
traje, partimos rumbo a La Habana por carretera para estar en la misa que
oficiaría en la Plaza de la Revolución. Llegamos de madrugada a la capital,
solo tuvimos tiempo para llegar al periódico, dejar los equipajes y seguir al
punto de concentración de la prensa para la cobertura.
En
17 años tres Papas han visitado a Cuba. Sin dudas es un lujo para nuestro
pueblo. De la actual visita del Misionero de la Misericordia, el Papa Francisco
no redactaré una línea, solo acompañar estas letras con sus fotos.
Toda
vez que he enfrentado cada una de estas misiones periodísticas, acuden a mi
mente mis colegas de escuela, Albita y María del Rosario, por ser fieles
practicantes de la fe cristiana.
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