Desde
pequeño hemos crecido con la imagen de Martí y la Edad de Oro. En las aulas
hemos conocido de su prosa, de la fuerza de su palabra y de su incesante
peregrinar por la libertad de su Patria. Sin dudas es un soldado de la palabra,
para todos los tiempos.
Hace unos
meses atrás, transitando por las carreteras de Holguín, aprovechando hacer
fotos al paso, encontré una imagen de una casa de bloque sin repellar, el
jardín colmado de matas de fruta bomba, plátano y flores, al lado de la verja,
encima de una piedra, un rústico busto del Héroe Nacional José Martí.
Es grande
su obra, lo mismo es admirado por los niños, un campesino o por un afamado intelectual. Martí dejó de ser, hace
muchos años, solo de Cuba, su prestigio y su prosa lo hicieron universal.
“No merece
escribir para los hombres quien no sabe amarlos”; “Si el periodismo ha de ser
un culto, que lo sea a la virtud; no debe hacerse de la pluma arma de satírico,
sino espada de caballeros” escribió el Apóstol en su momento.
Él mismo
define el periodismo, o al periodista, como un soldado de la palabra; es decir,
alguien que está luchando con un arma que le es particular que es la palabra,
la palabra escrita, la palabra difundida rápidamente, inmediatamente,
efímeramente para defender una concepción humana.
Ignacio
Ramonet, periodista, profesor universitario y reconocido Teórico de la Comunicación en la III Conferencia
Internacional “Por el Equilibrio del Mundo”, en La Habana, el 29 de Enero de
2013, se preguntó:
¿Qué haría hoy el joven Martí para difundir sus ideas? Y yo pienso que si
Martí tuviese hoy dieciséis años, digamos, sería sin discusión un bloguero, un
facebuquero, un twittero. ¿Por qué lo afirmo? Porque todos sabemos que José
Martí fundó a los dieciséis años su primer periódico, que se llamaba El Diablo
Cojuelo. Lo fundó aquí, en La
Habana, en la calle Obispo, el 14 de enero de 1869. Dieciséis
años tenía, una precocidad excepcional, pero una precocidad que se
entiende en un joven inquieto.
Y continuó Ramonet reflexionando: En el primer número de ese diario, en el editorial que
escribía José Martí, de ese diario que el creaba a los dieciséis años, escribe
Martí lo siguiente: “Nunca supe yo lo que era el público, ni lo que era
escribir para él” -escribir para el público- “más a fe de diablo honrado,
aseguro que ahora como antes, nunca tuve tampoco miedo de hacerlo”. O sea que
ese joven de dieciséis años no tenía miedo de dirigirse al público, exactamente
como cualquier adolescente joven de hoy, facebuquero o bloguero, o twittero que
no tiene miedo de escribir para el público, para un público que desconoce; y no
solo escribir, sino difundir fotos o videos en Youtube o en otras redes
sociales. En eso, José Martí, como en otras cosas, era un joven moderno, era un
joven de su tiempo, era un joven de la modernidad de su tiempo, porque en 1869,
el periodismo, de hecho, estaba naciendo.
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