Los aplausos de los presentes en el Teatro Nacional, una
tarde calurosa de junio, fue el mayor premio para esos niños aprendices de
bailarines al concluir su taller de
danza. El gran público, sus familiares más allegados, padres y abuelos.
Con el salón aún calientico, a pocos minutos de concluir un
ensayo de Danza Contemporánea, los pequeñines se adueñaron del tabloncillo como
si fueran la mismísima Viengsay Valdés.
Desde día atrás los preparativos para confeccionar el
vestuario apropiado, tener a mano lo imprescindible para un ligero maquillaje y
el acopio de algunas golosinas que engrosarían el aseguramiento colectivo a la
festividad.
Los niños con sus fantasías por sentirse protagonistas de su
momento, exigiendo a cada uno de sus familiares el aplauso duro al finalizar la
actuación, como la mayor gratificación.
Disfruté a plenitud cada momento, desde el mismo instante en
que se fueron agrupando al pie de la escalera, esperando su turno. Y admiré la
labor de los profesores por transmitir el arte danzario a quienes quizás solo
alcancen la categoría de artistas de la familia.
Hola, soy un aficionado de la fotografia que me he ido adentrando poco a poco en este mundo, por eso creo muy importante tu trabajo y tu blog.
ResponderEliminarte propongo una fotos desde moscu. http://fotki.yandex.ru/users/marinalesander/
un sds
alesander