A finales de la década del
60 del pasado siglo, se hizo cotidiana su leyenda de hombre de duro bregar en
la tierra por el oriente del país. Su accionar lo confirmó en el desarrollo del
Plan Valle de Picadura, en Aguacate, actual provincia de Mayabeque.
Quienes lo conocieron
siempre hablaron con admiración de su apego al trabajo, sin importar hora y
bajo cualquier circunstancia, incluso en ocasiones violando las recomendaciones
de los facultativos. Fue batallador y la mejor prueba es la medalla que colgaba
de su pecho por ser Héroe del Trabajo de la República de Cuba, galardón muy
merecido a base de tenacidad y persistencia.
Por aquella época comenzaron
a desembarcar del tren Santiago-Habana, en la estación de trenes de la
localidad, hombres que de solo ver sus
manos y el sol impregnado a su piel, daban muestra de ser trabajadores de la
tierra. Con pocos equipajes a cuestas, solo les interesaba cómo podían
llegar hasta Picadura, donde estaba “Mongo” Castro.
Casi siempre vestía de
pantalón verde olivo con bolsillos anchos a ambos lados, camisa azul mezclilla
con los bolsillos bastante ocupados por papeles y algún que otro tabaco que
sustituiría al que portaba entre dedos, y la gorra verde olivo.
Trabajaba fuerte, controlaba
y exigía, pero también se preocupaba por las condiciones de vida de sus
trabajadores. Las comunidades de la Peña del León y la enclavada en Ceiba Mocha
son una muestra de ello.
A su paso entre las
carreteras que surcan el valle de Picadura, muchas de ellas de su propia
autoría, recibía el saludo de los campesinos lo mismo disfrutando un sorbito de
café acabadito de colar en una casa, como intercambiando con los hombres y
mujeres en las vaquerías o en el puesto de mando.
Los años transcurrieron y lo
vi en su lucha incansable de la siembra correcta de las plantaciones de caña,
participando en los congresos de la CTC o en las comisiones de la Asamblea Nacional
del poder Popular. Ese fue el “Mongo” Castro que conocí.
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