Julio es mes de graduaciones en los distintos niveles de
educación. Para quienes reciben su titulo de graduados universitarios es un
antes y un después.
Quedan atrás los largos años de estudiantes, las amistades
del aula o el albergue. Ahora se enfrentan a la incertidumbre por la ubicación
del servicio social. Algunos concuerdan con los intereses personales y en otros
casos molestan por no coincidir.
He sido testigo de la alegría que se respira en cada
ceremonia, tanto por los estudiantes que escalan un nuevo escaño como
profesionales, así como de los familiares y amigos, que ven coronados sus
aspiraciones de tener un universitario en casa.
Y también del gusto del buen vestir, donde abundan los
vestidos multicolores y de disímiles diseños combinados por un calzado
caracterizado por elevados tacones y en muchos jóvenes el uso del saco o traje.
Indumentarias que quizás retornen a la percha y pase mucho tiempo para volver a
lucirlas.
Nuestro país, solidario siempre, acoge en sus aulas a miles
de estudiantes extranjeros. En esta ocasión el Aula Magna de la Universidad de La Habana acogió a los jóvenes
chinos quienes se gradúan en la
Licenciatura en Lengua Española para No Hispanohablantes y en
Turismo.
Sin dudas, la permanencia en nuestro país de estos jóvenes,
les permitieron no solo adquirir los conocimientos y habilidades idiomáticas
necesarias para servir a su país, sino que la experiencia vivida contribuyó a
inculcarles un espíritu basado en la amistad, la firmeza, la perseverancia y la
solidaridad, cualidades y valores que dejaron para siempre una impronta en sus
vidas personales y profesionales.
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