Humildad, voluntad y entereza la
caracterizaron. Su nombre convocó y la sala polivalente de la Casa de la Prensa en la capital
resultó pequeña para las mujeres y hombres que acudieron, familiares, colegas,
personal médico del Cardiovascular y vecinos entre otros.
Se habló de la miliciana holguinera, de la
periodista y más tarde dirigente de la
Unión de Periodistas de Cuba, UPEC, de la fundadora de la Editorial Pablo
de la Torriente Brau,
de su pasión por colocar en el lugar que merecía el humor gráfico y las
historietas.
De la mujer incansable que ayudaba a cuanto
joven se cruzara en el camino y de lo emprendedora por cumplir cuantas tareas
le eran encomendadas o por su propia personalidad ella asumía.
Las palabras de los presentes brotaron como
agua de manantial de la misma tierra que la vio vestida con traje de
alfabetizadora y más tarde de miliciana, el mismo uniforme que guardaba con
celo para vestirlo en su último adiós, según sus propios deseos.
Vivió para hacer el bien, para servir al
prójimo. Fue tenaz en el combate contra el debilitado corazón que nunca
renunció a ser grande, como grande ha sido la huella que ha dejado en los que
la conocieron y el ejemplo que nos dio para seguir en cada acción del gremio de
los periodistas cubanos y en esta gran obra que puso en nuestras manos Fidel.
Irma Arma, la entrañable compañera, sigue presente entre los colegas y sin
duda, hoy quedó demostrado.
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