Hace más de tres años está inerte, disfrutando de la sombra
de un árbol frondoso en el parque del Agrimensor a un costado de la Terminal Central
de Ferrocarriles en La Habana. La
conozco desde mi niñez cuando de la mano de mi abuelo Machin, me deleitaba con verla
pasar de un lado a otro arrastrando carros cargados de la dulce gramínea con
destino al basculador del central azucarero y sacando rumbo al patio del
ferrocarril los vacíos. En su tiempo fue la
locomotora en activo más antigua de América. Fue la máquina de vapor más
antigua en Cuba y el continente que aún
se mantenía en activa labor. El certificado de nacimiento de la
locomotora es de Filadelfia 1878.
A su llegada a La Habana, después de salir de la fábrica Baldwin,
fue empleada en el acarreo de pasajeros entre Regla y Casablanca. Después fue a
parar al ingenio Averhoff en Aguacate, actual provincia de Mayabeque. En la
primera década del Siglo XX, al desaparecer este ingenio, pasó al central
Rosario, más tarde renombrado con los años como Rubén Martínez Villena. A
finales de la década del 60, en mis inicios como obrero, la conocí de cerca.
Trabajé en el taller de reparaciones de locomotoras del Villena como aprendiz
de soldador. Conocí de la maestría de los mecánicos, paileros y soldadores por
mantenerle la vitalidad. En la zafra del 1970 bastantes veces que corrí junto a
ella de un lado para otro, cumpliendo turno de retranquero, por necesidad
propia del momento. En algún instante con la supervisión de Jorge Pargas, alias
el Gato, maquinista, hasta me atreví a inyectar arena en el carril para romper
la inercia y salir a paso forzado con el carro enganchado. Hasta de fogonero
asumí y bastante carbón que había que palear para mantener el combustible que
la hiciera funcionar. Carbón y agua son sus energías principales. Ahora que
retornó a los periódicos la información de zafra, cuando se habla que se
incumple el plan de la contienda por diferentes razones o justificaciones,
recuerdo que un viejo conocedor del tema al ver una mesa redonda, cuestionó lo
dicho por los especialistas, pero también me viene a la mente el encomiable
trabajo desarrollado por esta pequeña locomotora en sus años de vida activa en
función de la industria azucarera.
Su propia existencia es un monumento al Patrimonio Industrial de la Nación. Por ello se utilizó en la película "José Martí: El ojo del canario", rememorando la escena del viaje de un joven Martí a las tierrras del Hanábana en Matanzas. Agradecer a las personas que anónimamente, durante más de 100 años hicieron posible su conservación y trabajo, y a la Oficina del Historiador, que finalmente asumió su restuaración y ubicación en este Parque-Museo junto a la estación Central de Ferrocarriles.
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